Wednesday, October 15, 2008

Otra víctima más de los amantes del silencio

El sobre decía Servicios de Inmigración y estaba dirigido a Ana Maria Hurtado. Resaltaba en la mesa como pidiendo a gritos que fuese abierto, pero Ana lo veía con esa curiosidad envuelta en angustia de lo que definiría su futuro a partir de ese momento. Los recuerdos de todo aquel proceso comenzaron a resonar en medio de ese cansancio que la poseía por haber estado limpiando habitaciones de un hotel en el cual trabaja. No tocó el sobre, simplemente lo miraba mientras dejaba su portacomida al lado y se acomodaba con el placer de descansar, quitarse los zapatos y pensar. Pensar en lo que se había convertido su vida, en todo lo que había pasado y que ahora todo dependía de la respuesta de ese sobre. Recordó el momento en que llegó a su casa ubicada en un pueblo al nor-oeste de Colombia de clima bastante calido, sin viento pues esta encerrado entre dos montañas, donde solo bastaba con caminar para regar gotas de sudor por todo el cuerpo. Ese momento en que la imagen de la puerta principal medio abierta le infundió un miedo incontrolable pues presentía que algo había ocurrido. Solo pensó en sus hijos y empujó aquella puerta que le mostraría la seriedad del peligro que estaba corriendo. Una casa totalmente desbaratada, y una nota puesta en la pared de la sala con un spray verde que decía “le damos 24 horas pa que se pierda sapa hijueputa.” Los nervios no la dejaban pensar y solo buscaba entre el desorden a sus hijos, gritaba desconsolada sus nombres y cada vez se sumergía mas en sus lágrimas al no escuchar ninguna respuesta. No se había percatado que eran las 3 de la tarde y sus hijos estarían por llegar del colegio, como efectivamente sucedió. –Mama, ¿qué paso? Fueron esas palabras que despertaron a Ana, le devolvieron el corazón y en un salto abrazó a sus hijos y llorando les decía, “empaquen todo que nos tenemos que ir de acá.” Con lágrimas recorriendo su rostro Ana recordaba aquel momento crucial que la obligo a pedir Asilo Político en los Estados Unidos.

Había sido un proceso complejo que había tenido que enfrentar comenzando por la llegada a esa Iglesia, grande, de color rosado, donde tuvo que enfilarse y escuchar tantas historias por las cuales muchos colombianos se encontraban allí. Eran tantos que el sacerdote hacía pasar grupos de a 30 para explicarles en que consistía la ayuda de aquella Iglesia. Ana percibía caras contentas, otras inseguras pero todas con el mismo clamor de buscar tranquilidad y estabilidad lejos de Colombia.
– Nombre completo por favor, expresó una muchacha joven y muy cortante, la encargada de llenar papeles antes de entrar al recinto. En ese momento Ana comienza su travesía para lograr un estatus permanente en este país. El sacerdote explicó como la Iglesia se había convertido en el medio mas eficaz y seguro para la aprobación de los asilos. “Cada caso es distinto y será analizado para modificar o si es necesario acomodar ciertos datos,” esta frase inquietante hizo entender a Ana que quizás no era suficiente con lo que le había pasado.

Ana perteneció al partido liberal colombiano, encabezando la lista del senador Víctor Renan Barco en el municipio de la Dorada, Caldas, ubicado en el eje cafetero colombiano. El departamento de Caldas ha sido gobernado tradicionalmente por dos potencias políticas, Barco y Yépez. Era la primera vez que Ana rociaba la política en Colombia, y había sido escogida por Barco debido a que lideraba un proyecto para la creación viviendas para la comuna mas pobre de La Dorada. Un contrato de tan alta suma de dinero no podría ser aprobado sin el apoyo de algún sector político. Ana, mediante su trabajo como miembro del partido Barquista notó la desviación de los fondos para el proyecto que ella había sacado adelante e intento denunciarlo al jefe del partido. Al no tener contestación, quiso interponer una demanda pero fue amenazada hasta el punto que le dieron plazo de 24 horas para irse de la ciudad.
-Con la historia de esa manera, el asilo será negado, comentó el sacerdote mirando fijamente a Ana quien se encontraba al otro lado del escritorio. Ana perpleja se sorprendió aun mas cuando entendió que la situación era muy compleja debido a que Colombia es un país supuestamente democrático ante los ojos de Estados Unidos y por ende salir huyendo porque miembros de un sector político la amenazaron no es razón suficiente pues existen medios para ella hacerse proteger. La solución más fácil y eficiente fue cambiar la historia y decir que fue amenazada por la guerrilla colombiana FARC. – Así, el asilo está prácticamente ganado, aseguro el sacerdote.
La cita con el agente de inmigración fue lo más angustioso del proceso. Estar al frente de una persona cuestionando papeles y fechas, haciendo recordar hasta el más mínimo detalle de lo ocurrido con la intención de sabotear esa ilusión de aquella persona que anhela una decisión positiva. Ana solo pensaba en su pueblo, aquel sitio donde guardaba sus secretos, nacieron sus hijos, estaban sus amigos, familiares, era reconocida, conversaba con las vecinas, y sabia lo que ocurría en cada esquina. Pero ahora no era lo mismo, no podría volver allí, tendría que comenzar en otra ciudad, sin conocer a nadie, sumergiéndose en un mundo extraño, una mujer de 40 anos, viuda, con dos hijos y sin un peso. Por eso no podría volver a Colombia, pues el lugar donde todo lo tenía no la dejaría estar allí ni por un instante. Los amantes del silencio usurpan como espíritus que rodean todo el lugar y se aseguran que aquellos amenazados no vuelvan allí.

Eran muchas las razones que dificultaban abrir aquel sobre, pero había que hacerlo y enfrentar cualquier decisión. Ana rasgó el sobre por un lado como siempre suele abrirlos y de una forma muy calmada extrae ese papel definitivo. Sin saber mucho ingles vio en el cuadro superior derecho en mayúsculas que decía “APPROVED.” Sin emocionarse del todo salio de su casa y le pidió el favor al vecino que le confirmara lo que ella creía haber visto. Quería estar totalmente segura que allí decía la aprobación de su asilo, y efectivamente, su estadía en este país ya podría ser permanente, ese peso de encima se le cayó y solo faltaría comentarles a sus hijos que por fin estarían tranquilos, lejos de la zozobra y la amenaza que vivieron en ese pueblo que tanto quieren, La Dorada.

Andres Rios / Septiembre 29, 2008

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